11 de diciembre de 2018
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Gestión financiera
Claudia Rainbacher - Board member - FWU Life Insurance Austria AG
Decidir cuánto ahorrar al mes puede ser difícil, por no decir abrumador. Entre facturas, cumpleaños y lavadoras que necesitan atención inmediata, es complicado hacer planes de futuro (y prepararse para cualquier posible desastre).
Pero no desesperes. Con estos tres simples pasos puedes empezar a ahorrar desde ya y sin dramas.
Determinar las razones por las que estás ahorrando es el punto de partida. Puedes tener un objetivo a corto plazo, como comprar un ordenador o la primera bici de tu hijo, o a largo plazo, como montar tu propio negocio o prepararte para la tan ansiada jubilación.
Calcula aproximadamente cuánto necesitas para alcanzar tu meta y anótalo. Puede parecer una cifra inalcanzable, pero tenerla por escrito te ayudará a materializar tu objetivo. Cuando la veas más adelante, te sorprenderán los progresos que has hecho.
No todos tenemos un objetivo claro, y eso no tiene nada de malo. Pero no te engañes, en algún momento te van a venir bien unos ahorros a los que echar mano. Aunque no tengas grandes planes en mente, siempre es bueno contar con un colchón financiero para comprar una nevera nueva o tomarte unas merecidas vacaciones de última hora.
Además, por desagradable que sea pensar en estas cosas, imagina que tienes un problema de verdad. Que, por ejemplo, pierdes el trabajo y estás en el paro más tiempo de lo previsto. Te vendría muy bien algo de efectivo para salir adelante mientras buscas empleo. Dicen que una cantidad de entre tres a seis meses de sueldo supone un colchón más que razonable; podría ser un buen objetivo que marcarte, aunque no esperes alcanzarlo de inmediato.
Una vez hayas establecido tus objetivos, es hora de calcular cuánto puedes —y quieres— ahorrar al mes.
Empieza por aplicar la regla 50/20/30, un método de ahorro que funciona de la siguiente manera: destina el 50% de tu salario a necesidades básicas como el alquiler, las facturas o la comida, y ahorra el 20%. El 30% restante sería para gastos discrecionales, es decir, para lo bueno de la vida, como cenar fuera, tu obsesión por los zapatos o una escapada de fin de semana con la familia.
¿No te dan las cuentas? No te preocupes. Ahorrar un poco siempre es mejor que no ahorrar nada. Sé realista, adapta los porcentajes de la regla 50/20/30 a tu situación actual y empieza por ahí.
A veces, las mejores intenciones se quedan en agua de borrajas. No esperes más y programa ya una transferencia automática de tu cuenta corriente a una cuenta de ahorros para el día después de cobrar. Te sentirás mejor al poner en práctica tus planes. Además, al no «ver» el dinero antes de que vaya a parar a la hucha, te evitarás algo del drama y del esfuerzo de ahorrar.
También evitarás la tentación de posponer el ahorro. Porque, seamos sinceros, más tarde no querrás pensar en eso. Al fin y al cabo, estarás ocupado comprando un ordenador, montando una empresa o viajando por el mundo...