La consecuencia más relevante de la inflación es la disminución del poder adquisitivo. Pongamos un ejemplo concreto de inflación para entender mejor la mecánica.
Supongamos que el propietario de un restaurante tiene un presupuesto diario de 50 euros para abastecerse de pan. Si el precio del kg fuera de 2 euros, podría comprar 25 kg de pan. Si subiese a 2,5 euros por efecto de la inflación, solo podría comprar 20 kg. Este ejemplo demuestra cómo el billete de 50 euros ha perdido valor a causa del incremento del coste del pan.
La tasa de inflación representa el porcentaje del aumento de los precios en un determinado periodo de tiempo, y da una indicación de la variación del valor de una moneda. Tomando en consideración la tasa de inflación se puede identificar tres tipos de inflación: inflación moderada, caracterizada por un incremento lento en un porcentaje no superior al 10% anual, inflación galopante con un incremento superior al 10% y, por último, hiperinflación, que da lugar a una grave crisis económica con un índice que se incrementa en más de un 50% mensual.
Uno de los casos de hiperinflación más destacados de la historia es el que afectó a la República de Weimar (actual Alemania) en 1923, cuando, por orden del Gobierno, se emitió una enorme cantidad de papel moneda, provocando que un kg de pan llegase a costar hasta 400 mil millones de marcos.
Entre las causas de la inflación, tal como se puede deducir con este ejemplo, está la emisión de más papel moneda en circulación en el sistema, pero eso no es todo. Partimos de la inflación de demanda, que se origina cuando la demanda de bienes y/o servicios supera la oferta y, por consiguiente, los precios suben. Por el contrario, la inflación de costes se produce a causa del incremento de los costes de producción. En este caso, la demanda de bienes y/o servicios no cambia, pero la capacidad productiva de las empresas disminuye y se genera un aumento de los precios al consumo.
Un tipo especial de inflación de costes es la inflación importada, que se produce cuando el aumento de los precios está vinculado al incremento del coste de factores productivos procedentes del extranjero. Por tanto, el origen de la inflación importada es externo al sistema económico en el que se produce.
Las causas de la deflación son principalmente dos: un descenso de la demanda de bienes y servicios o un aumento de la oferta.
La reducción de la demanda puede producirse por dos factores. El primero es el incremento de los tipos de interés, que puede desanimar la demanda de préstamos y favorecer el ahorro. El segundo es la reducción de la confianza a nivel generalizado, que puede producirse durante una pandemia o una guerra, escenarios en los que las personas, preocupadas por el futuro de la economía y por el desempleo, reducen el consumo.
El aumento de la oferta, por el contrario, puede verificarse cuando los costes de producción disminuyen y las empresas deciden incrementar su actividad productiva creando un aumento de la oferta agregada.
Una vez analizadas las causas, veremos los efectos de la deflación. Podríamos definirla como un falso amigo pues, aunque a corto plazo sostiene el crecimiento del poder adquisitivo de las rentas y del ahorro, a largo plazo podría causar una parálisis de la economía. Y, ¿cuál es el motivo? En un contexto de reducción continua de los precios, los individuos podrían decidir aplazar las compras a la espera de posteriores bajadas. Esta actitud se traduce en una disminución del consumo, de los precios, del crecimiento y del empleo. El mayor riesgo es que se genere una espiral deflacionista de la que es difícil salir.
Un buen ejemplo es la década perdida de Japón, es decir, el periodo comprendido entre comienzos de los años noventa y los primeros años de los dos mil. En ese momento histórico, la economía japonesa entró en una fase de estancamiento y el crecimiento del PIB se bloqueó en torno al 1% anual.
El término estanflación fue acuñado en los años sesenta del siglo XX por el político británico Ian Macleod para describir la situación económica en la que se encontraba Reino Unido. Posteriormente, con la crisis del petróleo de 1973, el fenómeno de la estanflación se repitió en otros países industrializados.
Con la crisis del petróleo, el precio del crudo aumentó de modo vertiginoso: la escasez de las materias primas energéticas causó también la reducción de la producción, lo que llevó al estancamiento y al aumento de los precios (inflación).
Para las acciones, el efecto vinculado al aumento de la inflación y de los tipos no es inmediato y cambia en cada caso. En general se puede decir que a corto plazo la ralentización de la economía que se puede producir en presencia de tipos e inflación altos, puede ser negativa para las empresas y para las acciones. Por el contrario, a largo plazo, la renta variable podría ofrecer una especie de protección a los inversores porque el valor monetario de los títulos podría revalorizarse con el aumento de la inflación.
Un magnífico ejemplo es Forward Quant, un seguro de vida unit-linked de FWU, dinámico y flexible, caracterizado por un alto nivel de diversificación. Una solución obtenida gracias a la alta tecnología de sus algoritmos, que gestionan la inversión para conseguir una rentabilidad óptima a largo plazo.
La inflación real es el aumento continuo y generalizado del precio de los bienes y servicios. La tasa de inflación es el porcentaje del incremento de los precios en un determinado periodo de tiempo. La inflación y deflación condicionan la política monetaria de los bancos centrales que actúan principalmente mediante el aumento y el recorte de los tipos de interés. La inflación real y los tipos tienen un impacto sobre el ahorro, el endeudamiento y las inversiones financieras.